En qué momento hacer la evaluación de Orientación Vocacional.
Como padres de adolescentes nos
preocupamos por ese momento en el que nuestros hijos deberán elegir aquello que
será su actividad laboral por el “resto de sus vidas”. Queremos lo mejor para
ellos y deseamos que elijan algo que les permita vivir cómodamente, que sean
exitosos, que sean felices, etc. En
ocasiones, encontramos complicado acompañarlos en este proceso tan importante y
no siempre sabemos cuándo comenzar.
Un momento recomendable sería durante el
segundo año de preparatoria, así tenemos tiempo para explorar con calma las
opciones. Es importante que conversemos con nuestros hijos y así conocer cuáles
son sus inclinaciones profesionales, qué carreras, profesiones u oficios les
interesan (sí, leyeron bien, oficios también, debemos abrir nuestro panorama
para poder entenderlos y guiarlos).

Posteriormente buscar junto con
ellos opciones para hacer una evaluación y/o acercarse a la profesión u oficio
que les interesa.
Esto puede hacerse de
distintas formas:
• Acercarse
a un Psicólogo dedicado a Asesorías de Orientación Vocacional, que hará una
evaluación en la que se tomarán en cuenta sus habilidades, intereses,
aptitudes, personalidad, mercado laboral, etc.
• Acudir a las universidades, pues algunas de ellas ofrecen el examen de aptitudes para guiar a los estudiantes en su elección de carrera (esta evaluación es menos profunda).
• Asistir a cursos o pláticas que ofrecen instituciones educativas, donde los alumnos tienen la oportunidad de conocer las instalaciones, la oferta académica, las materias, e incluso de escuchar de viva voz de estudiantes, maestros y egresados de esas escuelas su experiencia personal y laboral.
• Tener contacto con personas que se dediquen a la profesión u oficio que les interesa, con el fin de conocer la realidad laboral, horas de trabajo, mercado laboral, ingresos económicos, crecimiento profesional y personal, etc.
Por último es importante recalcar el acompañamiento emocional que debemos brindarle a nuestros hijos. Como padres queremos lo mejor para ellos y en ocasiones estamos sesgados por nuestra experiencia personal, por nuestros sueños y nuestras inquietudes. Esto no es negativo si abrimos nuestra mente y nuestro corazón.
Nuestras preocupaciones son válidas y están fundamentadas en nuestras experiencias y necesidades, pero no representan forzosamente las inquietudes, necesidades y expectativas de nuestros hijos. Escuchemos lo que tienen que decir, qué planes tienen para su vida, cómo les gustaría vivir, en dónde, haciendo qué, y con todo esto en mente encontraremos la mejor forma de guiarlos (no de decirles qué hacer) para que puedan elegir con todas las herramientas en la mano, con toda la información posible.
Y recordemos que a los 17 o 18 años tomar esta decisión “para toda la vida” es demasiada presión para ellos. Abramos la puerta a cambiar de opinión, a que es posible rectificar, a que nada está escrito en piedra y acompañemos en este viaje, guiemos y disfrutemos con ellos esta etapa increíble y maravillosa donde tendremos la oportunidad de ver cómo nuestros hijos crecen y se convierten en adultos maravillosos.
• Acudir a las universidades, pues algunas de ellas ofrecen el examen de aptitudes para guiar a los estudiantes en su elección de carrera (esta evaluación es menos profunda).
• Asistir a cursos o pláticas que ofrecen instituciones educativas, donde los alumnos tienen la oportunidad de conocer las instalaciones, la oferta académica, las materias, e incluso de escuchar de viva voz de estudiantes, maestros y egresados de esas escuelas su experiencia personal y laboral.
• Tener contacto con personas que se dediquen a la profesión u oficio que les interesa, con el fin de conocer la realidad laboral, horas de trabajo, mercado laboral, ingresos económicos, crecimiento profesional y personal, etc.
Por último es importante recalcar el acompañamiento emocional que debemos brindarle a nuestros hijos. Como padres queremos lo mejor para ellos y en ocasiones estamos sesgados por nuestra experiencia personal, por nuestros sueños y nuestras inquietudes. Esto no es negativo si abrimos nuestra mente y nuestro corazón.
Nuestras preocupaciones son válidas y están fundamentadas en nuestras experiencias y necesidades, pero no representan forzosamente las inquietudes, necesidades y expectativas de nuestros hijos. Escuchemos lo que tienen que decir, qué planes tienen para su vida, cómo les gustaría vivir, en dónde, haciendo qué, y con todo esto en mente encontraremos la mejor forma de guiarlos (no de decirles qué hacer) para que puedan elegir con todas las herramientas en la mano, con toda la información posible.
Y recordemos que a los 17 o 18 años tomar esta decisión “para toda la vida” es demasiada presión para ellos. Abramos la puerta a cambiar de opinión, a que es posible rectificar, a que nada está escrito en piedra y acompañemos en este viaje, guiemos y disfrutemos con ellos esta etapa increíble y maravillosa donde tendremos la oportunidad de ver cómo nuestros hijos crecen y se convierten en adultos maravillosos.
Paola Berumen
Psicopedagogía
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