Niños seguros de sí mismos no son lo mismo que niños arrogantes.

En un escenario ideal cualquier niño debería tener un autoconcepto positivo, esto quiere decir que tendrían que reconocer en qué son buenos y sentirse bien por ello. ¿Por qué? Porque quienes crecen con esta confianza se vinculan con el esfuerzo y el trabajo desde sus competencias, disciernen mejor lo que no se les da tan bien y, con buena autoestima comprenden que esto no influye en su valor como persona. 


Desde el momento en que los niños pueden expresar para qué son buenos, tenemos la oportunidad de trabajar en su sentido de la confianza. El primer paso es hacerlos sentir cómodos hablando de sí mismos, siendo muy sinceros sobre sus puntos fuertes y sus defectos, mantener una conversación constante sobre lo que creen que han hecho bien ayuda a fortalecer esa seguridad. 



Foto: Mohamed Abdelghaffar en Pexels.


Ahora bien, no se trata de elogiar sin medida, hay que modelar para que exista noción de esfuerzo. ¿Cómo? Aquí te explicamos: 


Haz cumplidos con regularidad, siendo muy específico. No le digas que es muy inteligente, aplaude el comportamiento que lo lleva al éxito, por ejemplo la forma en como resolvió x situación. En lugar de afirmarle que es un deportista extraordinario, menciona el buen trabajo del equipo aunque sus compañeros no estén presentes, la finalidad es que los niños entiendan que varias personas contribuyen a sus logros. 


Platiquen sobre el proceso que lo llevó al éxito. Reconocer los pasos que tuvo que llevar a cabo para alcanzarlo y a las personas involucradas, le da una visión en la que no todo gira en torno a él, al mismo tiempo le ayuda a sentirse seguro de su trabajo y también le da perspectiva para retos futuros. 


Habla de tus propios logros. Cuando los niños escuchan a los padres hablar positivamente de ellos mismos asimilan de forma positiva el amor propio.


Acredita los triunfos de los demás. Destacar lo que otros hacen bien refuerza la idea de que terceras personas contribuyen a alcanzar los logros personales. 


En el mundo real podemos ejemplificarlo así, en un examen es muy buena idea felicitarlos por su éxito y después preguntarles qué hicieron para llegar ahí, ¿cuánto estudiaron?, ¿qué actividades nuevas hicieron?, ¿quién los apoyó? De esta forma van a identificar qué hacer en escenarios similares y también van a reconocer que no todo se trata de ellos. 


La delgada línea entre seguridad y arrogancia


No podemos esperar que todos los niños se conviertan en los más participativos de la clase, o en los que siempre están frente al grupo de amigos porque no todos son igual de extrovertidos y expresivos. Además el alardeo no tiene que ver con una confianza sana, menos aun cuando es injustificada. 



Pero en general, sí deben reconocer que a veces no tendrán la respuesta, que habrán días malos o que incluso van a equivocarse; esto construye seguridad y un enfoque realista para hacer frente a los retos de la vida diaria. 


Fuente: How to Raise a Confident Kid.Lizzy Francis. Fatherly. Enero, 2019.


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