¿Conversaciones difíciles? No más, aprende a gestionarlas

 “Para saber hablar es preciso sabes escuchar”. Plutarco, escritor griego.

 

¿Te ha tocado estar en una conversación que poco a poco va subiendo de tono y termina por desatar enfados que realmente no tenían lugar al inicio de la plática? Bueno, pues esto es a lo que llamaremos conversaciones difíciles, aquellas que no son placenteras, aunque sí son necesarias.

 

Una vez más el culpable de las reacciones que nos congelan, nos hacen huir o nos ponen a la defensiva, es el sistema nervioso. Sin embargo, podemos desarrollar algunas capacidades para salir mejor librados. 



Foto: Monstera en Pexels

 

Contrólate o guarda silencio 

Con tensión el cuerpo libera hormonas del estrés, la respiración cambia, las emociones aumentan y los pensamientos se aceleran; el sistema nervioso está sobrexcitado y se pierden el pensamiento claro, la empatía y a la toma de decisiones. En este punto lo primordial es volver al equilibrio, ¿cómo?

 

Identifica las sensaciones de tu cuerpo, detecta qué pensamientos pasan por tu mente y concéntrate en tu respiración, una respiración profunda puede hacer la diferencia. 

 

El conflicto reduce nuestra atención porque la mente se enfoca en nuestras emociones perdiendo la perspectiva del exterior, así que tratar de orientarte en tu entorno también es de ayuda, observa lo que hay alrededor, pon atención a los sonidos, a los olores, etc. 

 

Si no logramos autorregularnos  lo mejor es pausar la conversación, en ese estado nada bueno puede salir de ahí, ¿cómo pedirlo? 

 

Confirma tu intención de solucionar las cosas, la otra persona tiene que estar segura de que te interesa y que tu distanciamiento no tiene que ver con el rechazo.

 

Pon un plazo específico para retomar el tema que reduzca la ansiedad y la incertidumbre, puedes decir “hablamos de esto en 2 horas, mañana, cuando vuelva de caminar, etc.)

 

 

Olvídate de interpretaciones y juicios

Por naturaleza buscamos patrones, interpretamos acciones, juzgamos, le damos significado a todos los eventos que ocurren alrededor sin ser conscientes de la diferencia entre las acciones y la interpretación que le damos.

 

Si un adolescente grita, voltea los ojos o se va, solemos reaccionar a esas acciones desde un estado tenso sin ver las cosas desde otro punto de vista.

¿Cuál sería tu respuesta si interpretaras el mismo comportamiento como una forma de pedir ayuda?

 

Escucha y expresa

Cuando estés en un conflicto trata de escuchar antes que cualquier otra cosa. La gente que se siente escuchada está más dispuesta a escuchar. Para lograrlo: 

 

Haz que la otra persona se sienta escuchada haciendo o diciendo aquello que los ayude a sentirse comprendidos. 

 

No tienes que estar de acuerdo, solamente asegúrate de que estás entendiendo, busca comprender cómo se sienten, qué valoran, qué necesitan. 

 

Verbaliza tu deseo de entender y de resolver. 

 

Regresa a la conversación

Si decidiste tomar un descanso encuentra el enfoque positivo, pide ayuda si lo necesitas, aclara lo que realmente te estás jugando en dicha situación, entiende de dónde viene la incomodidad, qué es lo que te hace perder la calma. 

 

Cuando te sientas en equilibrio estás listo para preguntarte cómo es que se puede sentir la otra persona, en qué punto pueden identificarse, qué pueden compartir. 

 

Finalmente, cuando regreses a la conversación, haz todo lo posible por iniciar con algo positivo, encuentra algo que los haga conectarse, si te expresaste mal anteriormente corrígelo y asume las cosas. Siempre reafirma tu intención de resolver las cosas y de trabajar juntos. 

 

 

Fuente: How to talk about difficult topics with your children: An age-by-age guide. Motherly. Abril 2021

 

Fuente: Four Mindful Skills to Handle Difficult Conversations. Oren Jay Sofer. Noviembre 2018

 

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